martes, 2 de abril de 2024

Colaboración con otro blog

Este año decidí unirme al Club de Lectura de mi pueblo en Navarra y fue de las mejores decisiones que tomé.  He leído libros increíbles y conocido mujeres encantadoras. Entre ellas conocí a Socorro, una gran escritora que dirige el club, elige los libros y formula las ñreguntas de debate. Socorro tiene su propio blog e invita a quien quiera publicar algo en él.

Yonhice mi aporte connun poema que escribí hace muchos años en un viajena Río de Janeiro. Comparto el enlace:

https://micuaderno1.blogspot.com/2024/04/rio-de-janeiro-es.html?m=1

martes, 2 de abril de 2024
Río de Janeiro es...



 junio 23, 2015

 

 Rio de Janeiro es….

 risas y voces que quieren elevarse al cielo,

 gigantografías andantes,

 small, medium, pero principalmente large,

 árboles y plantas que desbordan del cemento,

 mujeres pulposas con escotes pronunciados que llaman al pecado

 y calzas que marcan sus curvas y se calcan con las ondulaciones

 juguetones de los morros.

 

Todo suena alto.

Los pájaros desde el fuerte de Copacabana gritan cuando pasan cerca.

Las personas en el bar de Largo do Machado elevan sus palabras para poder escucharse. Las bocinas, 

los motores, los autos, los buses, los taxis…

no cesan nunca y se escabullen en la multitud,

como si fueran pequeñas hormigas tratando de llegar a algún lado.

 

 La miseria, presente, muy presente y también pulposa,

 exagerada, mostrando los rincones más patéticos.

 Locos, hambrientos, sucios, drogados, descalzos, abandonados, perdidos

 Hombres, abuelos, madres, niños,

 linyeras que son más que linyeras, sin la mínima noción de propiedad,

 Ni casa, ni ropa, ni familia, ni comida, ni baño, ni esquina, ni esperanza de futuro…            

Nada.           

Río de Janeiro es dos mundos en paralelo.

 Risas y llanto, amor y odio. Provoca extremos.

 Locura, que atrapa.

 Caos, que te hace bailar.

 Miseria, que te hace ignorar.

 

                                                                       Autora: Regina Candel Martínez









viernes, 15 de marzo de 2024

LIBRO: Un viaje en crucero por Europa, de Regina Candel Martinez : )


EN POCOS DÍAS SE PUBLICA POR KINDLE AMAZON MI PRIMER LIBRO

¿Qué es viajar? ¿Qué descubrimientos hacemos sobre uno mismo y sobre los otros mientras viajamos?

Una crónica intimista de un viaje en crucero por Europa que inspira historias en donde la realidad y la fantasía se mezclan. Un viaje al interior del alma inspirado por la cercanía del mar. Un viaje bisagra que conecta pasado, presente y futuro.


Los relatos a lo largo de este libro los hará viajar con la imaginación y hacerse muchas preguntas. Se sentirán identificados con la búsqueda eterna de lo que llamamos felicidad.

LOS INVITO A LEERLO, ¡EN KINDLE SE VE HERMOSO!

YA TENDRÉ MÁS NOVEDADES
 

domingo, 19 de noviembre de 2023

En el espectro, en el camino

 Hace unos días se publicó una traducción que hice para la revista sobre Budismo Lion´s Roar. Es el testimonio de cuatro personas con TEA budistas que cuentan cómo la meditación y las prácticas budistas los han ayudado durante su vida. Para ver el artículo online, pueden hacerlo en el siguiente link: https://www.lionsroar.com/en-el-espectro-en-el-camino/

En el espectro, en el camino

BY JOE DAROCHAANLOR DAVINPETE GRELLA AND LOUISE WOODFORD| NOVEMBER 15, 2023

La meditación puede ayudar a superar desafíos, a cultivar la calma y a conectar con los demás. Cuatro personas budistas con autismo nos hablan sobre cómo la práctica le ha cambiado la vida.  

¿Tendría autismo el Buda?

Louise Woodford se pregunta cuál sería el diagnóstico del Buda si hoy estuviera vivo.

¿Piensas que el Buda era perfecto, sin trastornos y que es absurdo o que llama la atención sugerir que tenía autismo? Si es así, como les debe pasar a muchos, puede ser que tengas un prejuicio erróneo de lo que significa “tener autismo”. El autismo es simplemente una aparente incapacidad de comportarse de manera que cumpla con las expectativas de la mayoría. Una persona con autismo como yo no es discapacitada ni tiene ninguna desventaja cuando se trata de progresar a nivel espiritual.

Con frecuencia me he preguntado bajo qué “condición” sería etiquetado el Buda Shakyamuni si viviera hoy en el mundo occidental. Por lo que yo entiendo, no era una persona que siguiera a las masas (de hecho, hizo todo lo contrario de lo que su gente esperaba de él). Evitaba la intimidad, encontraba la calma en la soledad, tenía gran afinidad por los animales, era un gran pensador, tenía un alto estándar de moral, era un niño solitario que prefería sentarse debajo de un árbol que jugar con otros niños, se mudó de una comunidad a otra, no tenía apegos sociales, tenía el objetivo claro de lograr la iluminación, y experimentó el mundo de forma profunda y con una sensibilidad inusualmente alta. ¿Les suena familiar? 

¿Por qué querría ser como el resto?

Si tomara cuatro piezas largas de madera y pusiera una pieza plana de madera encima, podríamos etiquetar a la estructura como “mesa”, ya que tiene un número de características que cumplen con el criterio de “mesaidad”. Creo estar en lo cierto cuando digo que los budistas en general consideran que la mesa es una creación de la mente. Si tomamos a una persona cuya comunicación social difiere de la de la mayoría, que tiene comportamientos o intereses específicos o repetitivos, podríamos estar de acuerdo con que esta persona pueda recibir la etiqueta de “persona con autismo”. Por lo tanto, debemos concordar en que, como la mesa, “la persona con autismo” es también una creación de la mente. El autismo no existe como fenómeno independiente, separado de la mente que lo crea y lo etiqueta. Según el Budismo, nada es permanente y nada existe de forma independiente. Solo hablamos de simples etiquetas.

Incluso si tomamos un punto de vista científico, el cerebro es flexible. Gracias a la neuroplasticidad, nuestro cerebro puede cambiar y adaptarse según nuestras experiencias. Las neuronas pueden ser regeneradas y las conexiones entre ellas pueden ser reforzadas. Hay que considerar también que somos, de forma literal, manojos de energía, cada átomo contiene casi el 100% de espacio vacío. De hecho, parece que no pudiéramos encontrar nuestro ser de existencia permanente, ya sea que lo busquemos a nivel espiritual o científico. Entonces, ¿desde qué perspectiva podemos decir que “el autismo” es una cosa?

He leído en páginas de medicina que no hay cura para el autismo, que es un trastorno para toda la vida. ¿Cómo? Si nada es permanente y el cerebro es plástico, esto no tiene sentido. Además, ¿por qué querría una “cura” para mi personalidad poco convencional? ¿Por qué querría ser como el resto? No estoy enferma y todo funciona a la perfección. ¿Realmente piensan que tengo una discapacidad para toda la vida porque tengo la personalidad de una minoría?

¡La etiqueta “trastorno del espectro autista” no suena muy budista o científica! A pesar de la estigmatización, supongo que la etiqueta “autismo” funciona por ahora; me ayudó a encontrar mi tribu. Por lo tanto, hasta que el mundo acepte que de forma maravillosa todos solo somos diferentes, la etiqueta “autismo” no está tan mal.

Como dijo la activista ambientalista Greta Thunberg, el autismo puede ser un superpoder. No hay límites en lo que una persona con autismo puede lograr si cuenta con el apoyo adecuado y está en el ambiente correcto. ¿Por qué no lograr la iluminación? Si cualquiera puede conseguir centrarse en el camino para la superación espiritual, una persona con autismo también puede.

En mi experiencia, los únicos comportamientos autistas que causan dolor en mi vida aparecen cuando trato de esconder las diferencias, o cuando me escondo por miedo a que me juzguen o a no cumplir con las expectativas, o cuando algunos aspectos de la sociedad moderna que creamos me abruman. Todos estos son hábitos creados por mi mente como respuesta a experiencias vividas, para no dejar que dañen mi ego. Si elimino esos “comportamientos autistas” negativos, me quedo con los atributos cool que acompañan al camino del Budismo, que definitivamente quiero conservar, y ¡tal vez me envidien un poco por ellos! 

Por lo tanto, estoy determinada a exponerme a la vida como hizo el Buda, con apertura y una curiosa vulnerabilidad, sin máscaras. Si la gente piensa que soy muy rara o muy aburrida, está bien. Como estoy siguiendo el camino budista, creo que ser considerada rara y aburrida desde un punto de vista terrenal significa que estoy haciendo las cosas bien. Al menos por el momento, voy a aceptar que, por mis rasgos particulares, soy etiquetada como “persona con autismo” en nuestro mundo moderno occidental, y la etiqueta funciona para mí, como funciona “mesa” cuando necesito un lugar para apoyar mi taza de té. Pero yo no soy “autista” por naturaleza. Además, en mi humilde opinión, no es un trastorno.

Es irónico cómo mi tendencia a buscar la soledad, a evitar la intimidad, a hacer demasiadas preguntas y a ser muy sensible son los rasgos que me dificultaron tanto comenzar a ir a los grupos de dharma. ¿No son esos rasgos los valorados en la tradición budista?

Por ahora, si necesitan encontrarme, estaré de retiro en meditación profunda, viviendo en el bosque con los animales y los árboles y comiendo la misma comida sencilla todos los días. Esto puede ser solo una metáfora, de todas formas, no hay nada, repito, nada parecido a un trastorno en esto; y si no me creen, ¡pregúntenle a un buda!

Las comparaciones causan sufrimiento

Pete Grella solía compararse con personas sin autismo, pero ya no lo hace.

Durante la mayor parte de mi vida me he preguntado: ¿Por qué? ¿Por qué mi vida parece diferente a la de todos los demás? Esto me ha provocado mucho malestar. Como no tenía diagnóstico, no podía entender por qué yo era diferente. Solía pensar que, cuando muriera, sería buena idea hacerme una autopsia para comprobar que algo no funcionaba bien en mi cerebro.

Durante mi infancia, el único autismo que conocía era el no verbal (ahora denominado de grado 3) y yo, claramente, no era eso. En ese momento, la bibliografía sobre autismo decía que las personas con autismo no podían interpretar las expresiones faciales y que no tenían empatía o imaginación. Sin embargo, yo podía leer las expresiones faciales (aunque no las microexpresiones, según supe después). Podía entender los sentimientos y los puntos de vista de las personas y tenía imaginación. Podía escribir canciones y jugar a “Calabozos y Dragones”. No obstante, tenía algunos de los rasgos a los que la bibliografía hacía referencia, por ejemplo, en relación a la estimulación sensorial. También el hecho de que me concentraba en las partes pequeñas, que veía patrones en las cosas y que me gustaban las rutinas. En los años noventa, cuando apareció internet, pude hacer evaluaciones en línea que decían que estaba en la frontera en relación a una persona con autismo. De todas formas, eso no era concluyente.

Si puedo observar estas manifestaciones de la misma manera en que observo a mis pensamientos, tendrán menos impacto.

Estaba luchando contra la depresión y la soledad; probaba muchas cosas para cambiar mi situación, incluso terapia y medicación. Luego, comencé a meditar y a estudiar el dharma. Esto fue lo que mejor funcionó.

A pesar de que las técnicas sugeridas en terapia ayudaron un poco, estaban diseñadas para personas sin autismo, cuya mente es sustancialmente diferente a la de una persona con autismo. Una de las características del autismo es que hay partes del cerebro que tienen más conexiones y otras partes que tienen menos que en el cerebro de una persona no autista. Es por este motivo que las personas con autismo podemos tener experiencias sensoriales muy intensas y una mente que se puede concentrar por mucho tiempo en un tema. Por esto es que también nuestras emociones pueden amplificarse o casi no ser registradas. Para las personas sin autismo, las emociones suelen durar noventa segundos, mientras que para las personas que están dentro del espectro autista, un evento emocional puede durar hasta una media hora. Las técnicas para manejar las emociones que duran noventa segundos no van a funcionar cuando las emociones pueden tener una duración de treinta minutos.

Le pregunté a un maestro si el dharma podía ayudarme a hacer amigos. Me dijo que si siguia los preceptos haría amigos naturalmente. Esa no fue mi experiencia. De nuevo, volvía a la pregunta: ¿Por qué no soy como el resto?

Desde ese entonces, he recibido un diagnóstico oficial y he estudiado cómo las personas sin autismo se relacionan con las personas que estamos dentro del espectro autista. He descubierto que tenemos formas de comunicación no verbales diferentes y que esto pone un muro entre nosotros y la población en general. Nuestra mente autista puede concentrarse mucho en una sola cosa, lo que dificulta el contacto visual. Poner la atención en las palabras y en la mirada puede ser demasiado. A veces nos mecemos de atrás hacia adelante para aliviar la intensidad de estas experiencias. Las personas sin autismo pueden malinterpretar este balanceo y pensar que nos pasa algo o que nos están poniendo nerviosos. Me lo han dicho.

Las amistades y las relaciones se construyen por medio de puentes emocionales. Tener emociones que son “todo o nada” (o ser más objetivos que subjetivos en nuestras expresiones faciales y gestos) dificulta la creación de esos puentes emocionales. Los estudios han demostrado que las amistades y las relaciones son el factor más importante en la búsqueda de la felicidad. Por lo que si tuvieras que diseñar una condición que te robe la felicidad, sería el autismo, que inhibe los puentes emocionales necesarios para conectar con la gente. Esto nos hace sentir mal, y encima, ¡el autismo puede amplificar nuestras emociones!

Hay estudios que ayudaron a demostrar cómo las personas con autismo hacen una primera mala impresión en las personas no autistas, lo que puede modificar las tasas de depresión y suicidio, que están en aumento en la población con autismo. Por suerte, he descubierto que la meditación y el dharma pueden ayudar. Gran parte del sufrimiento de las personas con autismo es causado por las comparaciones que hacemos y por querer que las cosas sean diferentes de lo que son. Cuando comparo mi vida con la de las personas sin autismo, me puedo sentir mal, porque tienen cosas que me gustaría tener en mi vida. El dharma nos enseña que las comparaciones creadas por la mente son una de las herramientas del ego, que las utiliza para construir la identidad. Además, el dharma nos muestra que el ego no es lo que somos, que solo somos una conciencia viviendo el momento presente. Si yo entiendo que esto es todo lo que soy, las comparaciones dejan de tener importancia.

Por medio de la meditación puedo aprender a observar mis pensamientos; cuando las comparaciones aparecen, las puedo ver ir y venir y reconocer que es lo que la mente hace y es en ese momento cuando no tengo que poner resistencia.

La conciencia plena del cuerpo ha sido otra gran ayuda. Ahora reconozco que las emociones se manifiestan en mi cuerpo y si puedo observar estas manifestaciones de la misma manera en que observo a mis pensamientos, tendrán menos impacto. También puedo cambiar el enfoque desde mis emociones hacia otras sensaciones físicas en el ambiente donde estoy. Por ejemplo, cuando medito, a veces me centro en lo que mis pies están tocando o en el aire que roza mi piel. Si puedo aceptar todas las sensaciones físicas como iguales, puedo dejar de escapar de las sensaciones que no me gustan o de buscar las que deseo.

El gran investigador sobre el autismo, Tony Attwood, sugirió que los mayores con autismo deberían transmitir lo aprendido a los más jóvenes. Estoy agradecido por poder compartir el dharma con otras personas con autismo y neurodivergentes. Espero que experimenten todos los beneficios de la práctica como yo.

El placer de la baja estimulación

El zendo (la sala de meditación), con sus colores tenues y su profundo silencio, puede ser un refugio para las personas con autismo, dice Anlor Davin.

Estoy tan agradecida por haber encontrado la práctica Zen y el Budismo. Antes, mi vida era un auténtico desastre.

Yo soy una persona con autismo, pero no tuve un diagnóstico hasta los 46 años. En Francia, mi infancia no fue fácil. Todos los aspectos de mi vida estaban impregnados de crudeza y eso generaba muchas tensiones: ansiedad, sueño sin descanso, problemas digestivos, tristeza, llanto frecuente, dificultades para comer, hipervigilancia, desafíos sensoriales y un silencio inapropiado, para mencionar solo algunas de las dificultades que tenía. Trataba de esconder mi malestar constante, me contenía durante los días de escuela y explotaba cuando estaba en mi casa. Por suerte, mi padre me llevó a aprender tenis, deporte que ayudó a mantenerme a flote como para poder sobrevivir la etapa.

Cuando tenía 23 años, emigré a los Estados Unidos. Durante los primeros doce años viví en Chicago, donde me casé con un americano. Nos divorciamos cuando mi hijo tenía 5; aunque estaba contenta con la decisión, la vida de una madre soltera con autismo no diagnosticado fue muy difícil, hasta que aparecieron los ataques de pánico que me indicaron que debía buscar una nueva forma de sobrellevar la situación.

Estar en silencio con otros era tan extraño que parecía como si mis sentidos estuvieran absorbiendo el silencio, como cuando la tierra seca absorbe el agua. 

En esa época, una amiga me prestó el libro “Nada de especial: viviendo Zen” de Charlotte Joko Beck. Lo que leí sobre el Zen tenía sentido. Pensé, ¿por qué no probar?

Entonces, me mudé de Chicago a un centro Zen en California. Al instante, amé la quietud y la falta de agresividad, de rapidez y de artificialidad que me molestaban en todos los otros lugares. En ese silencio, pude al fin relajarme y prestar atención a mi cuerpo y a mi mente. Por primera vez en mi vida, no estaba abrumada de forma constante por los ruidos, las luces y otras sensaciones. Por fin, estaba con un grupo de personas con las que me podía relajar, me dejaban ser, incluso cuando no me entendían.

Cuando me sentaba a meditar zazen, con la columna erguida en quietud, todos estaban en silencio alrededor mío. Estar en silencio con otros era tan extraño que parecía como si mis sentidos estuvieran absorbiendo el silencio, como cuando la tierra seca absorbe el agua. Como toda la sangha practicaba zazen, todos sabíamos que las palabras no eran siempre necesarias, que el silencio podía ser hermoso y que la luz tenue, un bálsamo para los sentidos.

Tuve que dejar el centro Zen luego de seis meses para volver a estar con mi hijo, que ya tenía 7 años y se había quedado con su padre y su abuela. Retorné a sentirme consumida por la supervivencia, pero con un enfoque diferente: todas las mañanas me sentaba a meditar sola. Practicar una y otra vez, sola o acompañada, me ayudó a hacerme más fuerte, tanto a nivel físico como espiritual.

Entendí qué estaba sucediendo en mi interior. A menudo, las personas se distraen para desentenderse de las cosas que no les agradan de su vida. Sin embargo, la única manera de estar en paz con esa sensación de desagrado, es hacerle espacio y abrazarla.

Ahora, luego de casi 25 años de práctica Zen, he conocido a muchas otras personas con autismo que meditan. La meditación puede ayudar a las personas neurodivergentes a calmar su sistema nervioso, que se altera con facilidad.

Aunque no todas las personas con autismo tienen una sensibilidad extrema a una variedad de estímulos, muchos disfrutan de tener menos estímulos con los que lidiar. Inventé una palabra para describir la disonancia de mis sentidos: AGAPAR, para AGresivo, APurado, ARtificial. La meditación budista se aleja de forma grata de todo lo que es AGAPAR.

La mayoría de las distracciones, y por extensión de los estímulos, son eliminadas, o al menos bastante apaciguadas en un espacio de meditación o en un centro Zen. Esto es muy importante para una persona con autismo. Mirar hacia una pared durante una meditación, en vez de estar mirando objetos que se mueven con ajetreo, puede ser un bálsamo; lo mismo sucede con la tradición de usar colores tenues y oscuros, que son también relajantes. En vez de palabras, se usan campanas y otros objetos para marcar el comienzo y el final de la meditación; y se usan varios gestos para comunicar algo, como cuando nos saludamos con una inclinación. Se necesitan muy pocas palabras, y en el silencio, se hace posible susurrar sólo lo que es necesario.

Las personas con autismo deben considerar el nivel de gasto que se requiere para comenzar una práctica de meditación. La mayoría de las personas con autismo tienen poco dinero, yo no soy una excepción, por lo que estoy muy agradecida por las becas que recibí, lo que me permitió poder practicar con varias sanghas. Aunque llega el momento en que es importante poder practicar con otros, una de las ventajas de la meditación es que una persona puede comenzar a practicar solo en casa, sin ningún tipo de gasto.

Al ser una persona con autismo, suelo sentir que pertenezco a una minoría y que estoy un poco marginada. Por este motivo, comencé, con la ayuda de mi compañero con autismo, la sangha que llamamos Autsit (.net). La mayoría de los que participan son personas con autismo, aunque todas las personas neurodivergentes y sus aliados (amigos) son también bienvenidos.

Una vez más, estoy tan agradecida de haberme cruzado en el camino Zen.

El hombre en el espejo

“La meditación me permitió comenzar a ser consciente de mí mismo”, dice Joe DaRocha. “Me presentó a mi ser”.

¿Cómo era mi vida antes de encontrar el camino del Budismo? Caótica.

Estaba viviendo en constante confusión y frustración. No había ninguna sensación de estabilidad psicológica. Tenía una visión muy reducida de la vida, que era totalmente autodestructiva, y esto se hacía evidente en mi relación con las personas. Todas las relaciones definidas de forma rígida (maestro-estudiante, empleado-empleador) funcionaban, pero las relaciones íntimas y las amistades eran un desastre. No era posible mantener una relación funcional por mucho tiempo. Parecía que repetía mis errores de forma indefinida y esto me hacía sentir derrotado.

Sin embargo, siempre tuve cierta fascinación por el Budismo. Cuando tenía entre doce y trece años, solía ver las repeticiones de la serie Kung Fu en la televisión, que se transmitió entre 1972 y 1975, me fascinaba. El protagonista, Kwai Chang, creció en China y migró a los Estados Unidos, un extraño en tierras extrañas. Aunque tenía los mismos desafíos que otros, su actitud y su conducta eran completamente diferentes. En todos los episodios, veía cómo superaba alguna dificultad y pensaba “¡Guau! Ojalá yo pudiera hacer eso”. Esa fue la primera vez que me expuse a la meditación.

Cuando decidí que tenía que hacer un cambio en mi vida, comencé a meditar. Pronto fue evidente que la práctica era una forma de descubrir quién era. Traté varios métodos de Occidente para gestionar mi salud mental, y aunque me ayudaron, siempre faltaba algo. Lo más importante era que no sabía quién era Joe DaRocha. La meditación y el Budismo me permitieron comenzar a ser consciente de mí mismo. La meditación me presentó a mi ser. Comencé a percibir de otra manera. La revelación más importante fue cuando me di cuenta que yo tenía un rol activo en mi autodestrucción.

De muchas maneras, el budismo encaja con mi personalidad

Es verdad que hubo desafíos y obstáculos que estaban fuera de mi control, pero yo me hacía cargo de que éstos empeoren y persistía en mantener mis miedos y en estar a la defensiva todo el tiempo. Me di cuenta de que yo era el autor de mi propia aniquilación. Podía ver al enemigo en el espejo.

Fue un proceso completo y gradual de reaprender hasta que mi perspectiva de las cosas cambió y, en consecuencia, mis reacciones. Por ejemplo, solía temer a las serpientes, me aterraba. Un día, varios años después de comenzar a meditar, decidí hacer una práctica en mi jardín. Justo antes de que la meditación concluyera, escuché un sonido crujiente suave, y cuando abrí mis ojos había una coral ratonera serpenteando a un metro delante de mí.

Lo primero que pensé fue que éste también era su mundo. Como un reconocimiento de que la serpiente también pertenecía a ese lugar, como yo. No tuve nada de miedo y me pude sentir sonreír. Fue una experiencia increíble; en el lenguaje Zen, fue satori, un momento de iluminación, la habilidad de poder ver la verdad de forma clara. Esto nunca podría haber ocurrido sin mi práctica de meditación.

El Budismo coincide con mi personalidad de muchas maneras. Soy una persona bastante solitaria, pocas veces socializo y no me gustan los grupos. En la tradición Budista puedo hacer prácticas solo. Tengo una guía, recibo instrucción y atención por parte de los maestros, pero al final, todo depende de mí.

Nadie me va a ofrecer la auto conciencia; nadie me va a decir cómo liberarme. Solo se trata de: “Esta es la filosofía, esta es la práctica. Ahora hazte cargo, a ver qué encuentras”. Me gusta mucho que sea así.

Soy escéptico de cualquier método que ofrece soluciones espirituales externas para mejorar mi salud mental. No tengo fe en que las respuestas a mis preguntas existenciales y espirituales estén “allí afuera”. Estoy convencido de que las respuestas deben venir desde dentro. Para mí es pura lógica: si las preguntas sobre mi salud mental/espiritual están siendo generadas por mi mente, entonces debe ser en mi mente donde puedo encontrar las respuestas.

Uno de los desafíos que deben enfrentar muchas personas con autismo es que están encerrados en sí mismos. Su pensamiento es acotado, el mundo es blanco o negro sin mucho espacio para otras perspectivas. Sé lo que es vivir en ese mundo. Es una existencia limitada. Restringe las opciones y las soluciones a las que se podría acceder para hacer mejor las cosas. Mi experiencia como persona con autismo de vivir bajo esas restricciones fue como vivir adentro de una choza en una isla. La meditación no me dejó salir de la isla (no puedo “curar” mi autismo) pero me permitió salir de la choza a explorar.

La terapia, la orientación, todo me ayudó. Sin embargo, seguía siendo alguien de afuera que me trataba de ayudar a ver el mundo de otra manera; mientras que en el Budismo, puedo experimentar el mundo por mí mismo. Puedo verme a mí mismo en ese mundo y navegarlo, no desde una perspectiva aprendida, sino vivida.

También quiero agregar que la medicación cambió mucho mi vida. Tomo mis medicinas de forma regular y siempre recomiendo antes ver a un médico para hacer una consulta sobre la salud mental. Nunca diría que el Budismo y la meditación van a mejorar al cien por ciento las vidas de todas las personas con autismo grado 1, es una afirmación demasiado extrema. Sin embargo, puede cambiar la vida de algunos.

El Budismo y la práctica han cambiado mi vida, me dieron cosas que pensé que nunca tendría. Me dieron claridad. Me dieron la práctica espiritual, las enseñanzas y una comunidad.

Una vez, escuché en el trabajo que había una compañera que era budista y me acerqué a conocerla. Me acuerdo acercarme a ella, presentarme y preguntarle si era budista. Ella respondió que sí y hubo un momento de entendimiento inmediato. Fue como irse de viaje a una tierra lejana, donde no conoces el lenguaje, la cultura o la gente y de golpe te cruzas con alguien de tu barrio.

Ella era Budista Tibetana y yo soy Budista Zen. Cuando hablábamos, hacíamos comentarios sobre las diferentes prácticas. Las conversaciones eran divertidas, aprendíamos mucho y no nos sentíamos nunca incómodos.

Una vez le pregunté sobre las postraciones (una práctica devocional en la cual te acuestas y tocas el suelo con tu cabeza varias veces). Esta era una de las prácticas que ella hacía y yo no, y mientras más se explicaba, más preguntas tenía para hacerle. Después de un tiempo, nos dimos cuenta que yo no iba a captar los beneficios de esta práctica, entonces ella hizo un movimiento de negación suave con su cabeza y con una sonrisa me dijo: “Ay, Joe, ¡eres un Budista tan Zen!”. Es una de las cosas más lindas que alguien me dijo en mi vida.


SOBRE LOUISE WOODFORD

Louise Woodford escribió hace poco un artículo que fue publicado en el libro Autism and Buddhist Practice: How Buddhism Can Help Autistic Adults Cultivate Wellbeing (El autismo y la práctica budista: cómo el Budismo puede ayudar a los adultos con autismo a cultivar su bienestar), editado por Chris Jarrell.


SOBRE PETE GRELLA

Pete Grella es un maestro budista en Los Ángeles. Es el anfitrión de Neurodiverse Affinity Group con Insight LA llamado InTune.


SOBRE ANLOR DAVIN

Anlor Davin es una monja Soto Zen. Su libro, Being Seen (Ser vista), fue publicado en el año 2016.


SOBRE JOE DAROCHA

Joe DaRocha tiene un máster en trabajo social y ha trabajado con familias y niños traumatizados durante 25 años.


SOBRE REGINA CANDEL (TRADUCTORA)

Regina Candel Martinez cursó las carreras universitarias de Profesorado de inglés y Traducción técnica-científica de inglés en Argentina y ahora vive en España. Apasionada por la escritura, la lectura y los viajes, lo que la acerca a los textos desde una curiosidad innata por el conocimiento de nuevas culturas y formas de vida.

 



sábado, 26 de agosto de 2023

El ritual de comer

 

No importe si comes con copas o con tazas de plástico, lo que vale es la atención que le pongas al compartir en la mesa.

La forma en que comemos es una marca de nuestra forma de vivir. ¿Te pones alguna vez a pensar no solo en lo que comes, sino en cómo lo haces?

 Si estamos tristes o estresados, en general hacemos dos cosas; o dejamos de comer o comemos demasiado. Si estás de camping con tu familia, al aire libre, en formato “somos felices con lo que sea” y acabamos de volver de la piscina; lo mucho, lo poco, lo feo, lo rico que tengamos en la mesa nos va a parecer el mejor plato del mundo. Si vas a la casa de un conocido y cada uno come por su lado, a sus horarios, es posible que vos no comas nada al final, porque la comida es un evento social, no el mero hecho de ingerir calorías para sobrevivir.

La comida es sentarse todos juntos a compartir el placer de degustar mientras se cuentan historias o simplemente el sentarse juntos alrededor de una mesa, donde se pasan los mejores momentos de la vida; ya sea con un banquete lujoso o con un plato escaso, comiendo con cuchillo y tenedor o con la mano, sentados en sillas o en el suelo.

Las comidas ordenan el día, son momentos en que dejamos todo lo que estamos haciendo para juntarnos, nos pasamos la bebida, le cortamos la carne a los menores, compartimos el pan y nos damos cuenta de que nos olvidamos poner las servilletas en la mesa.

Es el ritual lo que nos hace bien, sea lo que sea que haya en el plato. En Marruecos, las familias se unen alrededor de una bandeja enorme de cous-cous con carne y verdura. A las mujeres les lleva cuatro horas preparar esa comida, entonces todos hacen honor al tiempo empleado y nadie se levanta hasta que el plato esté vacío. Hombres, mujeres y niños usan sus manos y se unen en ese abrazo culinario. En Argentina, el ritual se llama asado. Se empieza temprano a prender la parrilla y la familia se va juntando junto a las brasas con sus sillas. Alguien prepara la picada y otro alguien trae el vino. Pueden ser horas de charla, de risas, de discusiones sobre fútbol y política, mientras el asador va verificando que la carne se está asando tal como él quiere, porque es un arte, solo el que sabe lo puede hacer. La reunión en la mesa es el final del ritual, se trae la comida, se sigue discutiendo de fútbol y política hasta el postre.

A veces me dejo llevar por la vida moderna y la comida es una mera rutina automática que hacemos delante de una pantalla o mientras estamos haciendo otra cosa. Y a veces, me ilumino y vuelvo a las bases, que el momento alrededor de la mesa es el encuentro con el otro y el disfrute de los sabores. Los invito a volver a las bases.


miércoles, 12 de julio de 2023

Primeros San Fermines en Pamplona

 

La foto es de Iban Aguinaga, fotógrafo profesional para el Diario de Navarra. 

Ni fu ni fa, ni blanco ni rojo. San Fermín es la ostia o te la da. Ocho días de marcha constante y 24 toros menos resumen bastante a los san fermines. Escuché a personas que ahorran todo el año para poder disfrutar estos días comiendo y tomando sin límites, y para cubrir el resto de los gastos que esta fiesta demanda, como son el parking y las prendas blancas, que terminan negras al final de la juerga. Otras muchas personas prefieren acercarse a Pamplona un día para algún evento particular, eligen de todos los momentos especiales de la fiesta; el encierro y la corrida para terminar desayunando churros con chocolate; el recital y los fuegos artificiales; el recorrido de los gigantes; todo siempre pausado por alguna parada de bar para seguir comiendo y tomando

La ciudad se tiñe de blanco con detalles rojos, porque no solo es el detalle del pañuelo rojo tradicional, sino que se pueden ver boinas rojas, sombreros rojos, carteras rojas, zapatos de taco rojos, abanicos rojos y labios pintados de rojo que avivan el outfit.

Hay en la calle un espíritu de unidad, de pertenencia. Las peñas organizan recitales o comidas, las familias se encuentran, los amigos se buscan y todos festejan; todos menos los niños que van en carro sin entender mucho lo que está pasando, llorando por el agobio del calor de julio en Pamplona y por las doce horas que ya pasaron y aún no volvieron a sus cunas; todos menos los que no están vestidos de blanco, los que no son blancos, los que te venden en una manta la boina roja, el gorro rojo y el abanico rojo, los que no entienden la lengua, los que no entienden qué pasa.

Yo tampoco entiendo bien qué pasa en estas fiestas, tengo muy pocas imágenes y seguro, segurísimo que hay más que solo esto que deberé seguir descubriendo con el tiempo.

Hoy salgo de viaje con Amalia, viaje bastante épico. Escribo poco porque se hace la hora de levantarse para tomar el bus. Las maletas están listas, nosotras creo que también.

jueves, 6 de julio de 2023

El guion de mi escritura

 


¿Por qué no escribo? ¿Por qué no concluyo los proyectos e ideas para artículos o libros que tengo? Porque no creo en mí, tengo miedo al fracaso. Me dijeron que no en algunos diarios y revistas y tiré todo por la borda. A mi pareja no le pareció maravilloso mi cuento y dejé que el polvo cubriese la computadora y las ideas, que se apagaron, se hicieron ch…

(Interrupción, pausa por cuestiones mundanas)

Un tubo en el baño que pierde agua cuando el vecino se baña. Me vienen a hacer un agujero en el techo del baño. O el vecino se deja de bañar hasta que hagan los arreglos o me inunda la casa. Qué encrucijada.

Vuelvo a lo que estaba diciendo. ¿Y esa CH? ¿Qué quería poner? ¿Qué maravillosa idea se acaba de ir por el tubo del baño literalmente hablando?

Me vuelven a golpear la puerta. El dueño del piso entra seguido de cuatro hombres todos con una camiseta roja con la inscripción “Residuos Navarra” en la espalda. Todos en mi pequeño piso, todos en mi pequeño baño. Y yo con la computadora prendida con la CH allí, esperando a tener algún significado.

Hacen un cuadrado perfecto en el techo del baño y en el proceso dejan toda la casa blanca de polvo. Mientras esperan que la nube blanca deje visualizar el caño, saco tema y ofrezco agua. “¿Son de Pamplona?”. Y uno se anima a contestar “Sí, y yo soy el gerente de la empresa”. Yo sigo pensando en mi CH, que aguarda sudando de sostenerse en el limbo del renglón.

Se van todos luego de hacer un diagnóstico de la situación y al fin me dejan en silencio frente a la computadora. Y continúo escribiendo. ¿Y continúo escribiendo?

(interrupción, pausa por cuestiones mundanas)

Mensaje del dueño del piso, que se acaba de ir hace diez minutos. Me dice que recién el jueves vendrán a ver si pueden hacer el arreglo. Yo me voy el viernes. Un caño roto, cuatro personas involucradas entre inquilinos y dueños de pisos, cuatro fontaneros y esperar que el vecino no se bañe durante mi estadía en Málaga.

A ver si puedo completar la frase. La CH me sigue aguardando.

Se me hace tarde para buscar a mi hija por la escuela. Tal vez mañana.

martes, 4 de julio de 2023

Países visitados para agosto 2023



¿Vaso medio lleno o medio vacío?


Así está mi mapa del mundo, lo que conozco, lo que mis pies curiosos pisaron alguna vez, con mochila al hombro y dedo en mano, en avión y con maleta, en coche, en tienda, en hotel, en crucero, sin hijos, con hijos. De la forma que sea, pero con el constante objetivo de más conocimiento, más aventura.

Ayer fui al cine a ver la última película de Indiana Jones, la número cinco, la que muestra un Indiana anciano, divorciado y con un hijo muerto. Un profesor cansado de la apatía de sus alumnos y de la rutina. Hasta que se cruza con alguien que lo devuelve a la ruta. Y vuelven las imágenes del avión que se mueve por el mapa dejando una línea roja, Estados Unidos, Marruecos, Grecia, Italia. Esa línea roja que me hizo soñar tanto de niña y que me sigue generando mariposas en el estómago, por que ese avión lo arrastra por un mundo de descubrimientos, de asombros, de ojos curiosos, de sabores nuevos, de personas distintas. 

¿Cómo ven este mapa? ¿Medio lleno o medio vacío? Para las posibilidades que tuve de viajar , lo veo muy lleno, porque antes de tener hijos, mi vida era pensar en el próximo destino, ahorrar y salir. No había mucho más. Dejé muchos trabajos por salir a la ruta, dejé parejas por viajar. Con los hijos ya es diferente, pero como dicen: mejor unirse al enemigo. Adaptarse a las nuevas circunstancias. Disfrutar del tiny-viaje, a 500 km en cabaña o a 100 km en tienda. El día diferente de caminata en el bosque, el picnic en el lago del pueblo de al lado que no conocemos, el viaje en tren para ir a ver al primo, la parada en un viaje en coche en un parque temático para ver aves rapaces. Todo es viajar, ya que la prima es la curiosidad.

En unos días comienza una nueva aventura, con mi hija y con mi pareja. Una aventura como pocas, épica para nosotros. Ya les contaré algo...



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miércoles, 10 de julio de 2019

Nueva publicación en En Femenino ¨Cómo superar los miedos del puerperio aprendiendo del pasado¨

https://www.enfemenino.com/embarazo/miedos-puerperio-s4002604.html

Tener un hijo puede no ser al principio una situación idílica como lo plantean algunas películas de Hollywood. Las mujeres necesitamos ayuda para poder sobrepasar momentos de muchos cambios en cuerpo y espíritu. Si acabas de ser mamá y estás sobrepasada, estas ideas te pueden servir para comenzar a mirar todo desde otra perspectiva.
Artículo elaborado por Regina Candel Martínez, autora del blog Uniendo Caminos


El cansancio puede ser extremo después de dar a luz. No sólo cargamos el cuerpito de nuestro hijo por nueve meses dentro nuestro, sino que cuando sale al mundo debemos estar al 100% para alimentarlo y cuidarlo y para sostener nuestro propio cuerpo que después del nacimiento, ya sea por parto natural o por cesárea, no parece ser nuestro. No nos reconocemos al espejo, ni en cuerpo ni tampoco en espíritu, ya que los cambios hormonales son tales que pasamos por estados emocionales imposibles de controlar.
En medio de este torbellino, debemos también mantener relaciones con el mundo exterior. La simbiosis mamá-bebé parece ser un mundo perfecto, pero insostenible en el tiempo e imposible de hacerlo solas. Necesitamos un círculo de apoyo. En el pasado, la mujer que tenía su hijo era inmediatamente sostenida por doulas, parteras, amigas, abuelas que se juntaban para ayudar. Todas hacían algo, todas participaban en el momento mágico de la concepción y en lo que venía después. Incluso en algunas comunidades, los bebés podían ser amamantados por varias mujeres. Hoy día, lamentablemente este espíritu de comunidad se ha esfumado.

Estamos en un momento en el que todo ocurre de manera acelerada, los cambios de generación en generación son abrumadores y no nos da tiempo de adaptarnos y reflexionar sobre lo que hicieron nuestros padres, por qué lo hicieron de esa manera y si podemos tomar algo de eso en el camino que comenzamos a recorrer nosotros como padres. Disponemos de una cantidad de información que a veces es difícil de manejar. Páginas web y aplicaciones que siguen el crecimiento de nuestro bebé y nos dan tips para hacer las cosas bien, librerías con muchas estanterías dedicadas a la maternidad, redes sociales donde puedes leer historias y consejos de otras mamás.

Aprende de tu pasado y el de tu familia


Todo el caudal de conocimientos mencionado, nos hace sentir muy poderosas. Somos súper mamás porque nos leímos todo antes del parto, somos super mamás porque hacemos todo, somos super mamás porque después de dar a luz queremos volver a ser las mismas de antes, en cuerpo y espíritu, y que por favor sea lo más rápido posible; queremos volver a trabajar, seguir teniendo la misma vida social, queremos seguir siendo buenas amantes, y todo lo queremos hacer solas porque nosotras podemos.

Y en este proceso nos olvidamos de algo fundamental: mirar para atrás y hacernos preguntas. ¿Qué hizo mi mamá en esta situación? ¿Cómo pasó ella el momento del parto cuando yo llegué a este mundo? ¿Qué puedo aprender de todo eso? Y después hacer preguntas a las mujeres que estaban antes que nosotras: Mamá, ¿Por qué tuviste hijos?, ¿Hasta qué edad tomé la teta? ¿Por qué dejaste de amamantarme? ¿Qué hacías cuando yo no dormía? ¿Qué ayuda recibiste? Abuela, ¿y tú? ¿Cómo fue tener a tus hijos, en tu época? Haciendo preguntas aprendemos, participamos y hacemos participar.

Debemos escuchar y tomar lo que nos parece podemos poner en práctica con nuestros hijos usando nuestro juicio y sentido común. Hay cosas en las que vamos a estar de acuerdo y hay otras en las que no. Por ejemplo, antes a los bebés de pocos meses se les daba el chupete con miel o azúcar para que se calmen; hoy no lo hacemos, nos parece terrible pensando en la alimentación sana y dientes sanos que queremos que tengan nuestros hijos.

Debemos escuchar para entender quiénes somos y de dónde venimos. Tal vez con alguna de esas respuestas podemos recrear una imagen de lo que fueron nuestros primeros meses de vida, de los cuales no tenemos recuerdos. Entender que tal vez las cosas no fueron perfectas, saber detalles que nos puedan hacer comprender algunas angustias actuales.

Debemos escuchar para conocer sobre nuestros antepasados y las experiencias de nacimientos y de muertes de las generaciones que nos anteceden. Tal vez en la familia hay bebés que no duraron mucho tiempo, incluso abortos, secretos nunca contados. Tal vez hay partos que provocaron la muerte de la madre o madres que dieron a sus hijos en adopción por no poder o no querer criarlos. Nosotros venimos de esas historias, y esas historias definen nuestro presente. No vamos a poder cambiar nada de eso, pero al menos vamos a poder curar, entender, perdonar.

Ser madre transforma completamente tu vida


Al tener un hijo la vida se transforma. Queremos volver a ser las mismas de antes pero ya no podemos, ya somos otra persona, tal vez con un cuerpo parecido, pero nuestra materia espiritual cambia profundamente. Maduramos y en ese proceso aparecen muchos miedos que nos alejan en principio de todo y de todos. Mejor mantenerse protegidas de todos aquellos que quieran decirnos cómo hacer las cosas, porque, aunque en el fondo estamos muertas de miedo, demostramos que somos super mamás.

Tal vez mejor es liberarse un poco, dejar que el mundo exterior ingrese en la simbiosis mamá-bebé y con atención reconocer cuándo un consejo es bueno y cuándo viene sólo de las frustraciones propias de nuestros padres y abuelos que quieren salvarse criando a sus nietos. Todo debe ser aceptado con amor, en un gran abrazo de oso, sabiendo que en realidad somos todos iguales, ya que nosotros también vamos a estar en esa situación con nuestros hijos y nietos. Todos somos iguales, todos somos no más ni menos que un gran círculo de amor. Entender nuestro pasado nos va a abrir los ojos y así vamos a poder transmitir a nuestros hijos lo mejor de cada generación.

Laura Gutman, escritora e investigadora argentina, nos dice en su libro Qué nos pasó cuando fuimos niños y qué hicimos con eso: ¨La vida es corta. Todo el amor que podamos derramar alguna vez, cuando dejemos de protegernos a nosotros mismos, no será para nuestro propio bienestar, sino para el prójimo. Entonces nuestra vida habrá valido la pena¨.